Tras una charla con su padre durante el almuerzo, se despierta la curiosidad de Javier. ¿Y si hay un misterio en el altillo? Puede ser divertido ver qué hay en esas famosas cajas. ¿Y si hay algo interesante? Lo del primer mundial de fútbol. ¡Cien años después, se repite la historia en el mismo lugar!
Javier corre por la sala de máquinas hasta la turbina y la observa con detenimiento. Es enorme. Ahora duda y le tiemblan las manos. ¡Cómo se le ocurrió que era capaz de arreglar semejante aparato! ¡Una cosa es ver tutoriales en YouTube o instrucciones en 3D, y otra es ver esto así, en vivo y en directo.
─Respirá, respirá y confíá en ti; tú podés, Javier ─se repite, y las manos le sudan que dan asco.
Cada turbina de vapor incluye dos cajas de cambios y dos hélices. Teniendo en cuenta los motores sofisticados que ha estudiado, se dice que esto no ha de ser incomprensible, sino una cuestión de lógica pura ─como armar un Lego─ e insiste en convencerse de que es un maquinista avanzado. Cruza los dedos para que no se trate de las válvulas de entrada o de salida del vapor. Eso, que no es imposible de resolver, implicaría salir de la sala de máquinas y buscar la caldera que generaría otro conjunto de complicaciones. Además, debe reconocer que sería incapaz de arreglar las válvulas de vapor. Una corazonada le dice que la cuestión está en la hélice. Que, o bien se atoró por algún motivo, o perdió alguno de los sostenes. Una mirada atenta lo confirma. Uno de los rayos está suelto e impide que la hélice rote impulsada por el vapor. Mira a su alrededor hasta que lo ve: un soldador grande y pesado que no funciona.
Ayuda a Javier a direccionar la energía desde las lamparitas al soldador para que éste encienda y pueda arreglar el rayo de la hélice de la turbina.
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