Josephine está en peligro
Escucha el reto en la voz de Guillermo Lockhart
El capitán, el Rumano, el primer oficial de puente y Josephine están sentados alrededor de una mesa de caoba tallada, con rostros serios. Incluso Josephine, que aún no sabe lo que ocurre, parece preocupada. El capitán da largas pitadas al habano, y Josephine extrae de una cigarrera de plata tallada un cigarrillo perfumado, que viene de Turquía, y una boquilla de marfil. Se toma su tiempo, y sabe que la miran con atención. Le tiembla levemente el pulso, pero disimula. El capitán le pide al Rumano que explique lo que ocurre con la mayor cantidad posible de detalles.
─ Hay tres agentes alemanes mezclados allá abajo; arman lío, beben mucho y desatan peleas. Uno de ellos, apodado “El Gallito”, se fue de lengua la otra madrugada. Pensó que nadie lo escuchaba y se mandó la parte de que estaba al frente de una misión que cambiaría todo. Pero cuando su camarada le dio un puñetazo para cerrarle el pico, ya era tarde. Están acá por dos motivos: retrasar la llegada a destino del Conte Verde, con lo que el primer mundial de fútbol sería un fracaso, y debilitaría las economías y las diplomacias de Francia, Bélgica y Yugoslavia. También, se proponen secuestrar a la señorita aquí presente, de la que dicen es una espía al servicio de Francia─ y mira de reojo a Josephine─ y a usted, capitán. Sin usted, cambiar el rumbo del Conte Verde no es difícil. Seguramente querrán intercambiarlos por la modificación de la ruta prevista.
Dice eso y se pone de pie y saluda, muy serio. Después vuelve a sentarse.
─Así que de eso se trata. Los alemanes se quieren hacer con el poder del Conte Verde; ─reflexiona Josephine y mira primero al Rumano y después al capitán.
─¿Y quién es el responsable de semejante operación?─ pregunta Josephine, y mira a cada uno con esos ojos que recuerdan a los de un animal siempre alerta.
El Rumano abre y cierra las manos, inquieto.
─Se dice que “El Kaiser”. Todo apunta a él. Lo he seguido un par de veces, y cuando todos duermen, los tres alemanes y él se reúnen en la popa, bajo la escalerilla. No creo que sea una casualidad.
─¿Alguna fecha prevista para este atentado?─ vuelve a preguntar Josephine.
El capitán se pone de pie, con cara muy seria.
─No disponemos de mucho tiempo. Saldremos de Barcelona en la última semana de junio rumbo a Río de Janeiro, donde subirá la selección de ese país, el 2 de julio. Dos días después está previsto el arribo al puerto de Montevideo. Debemos actuar con prontitud. Lo que hagamos no debe despertar sospechas.
─Creo que sé quiénes pueden ayudarnos, aunque es un riesgo─ dice Josephine.
El Rumano la mira y le brillan los ojos.
─Los polizontes, ¿no es así? Los cuatro jovencitos.
─Sí, así es. Nadie reparará en ellos; en todo caso, pueden creer que son ladronzuelos, pero nada más. Pasarán más desapercibidos que cualquier otra persona.
─Es arriesgado, pero coincido con el capitán. Debemos convocarlos.
Son apenas unos niños. ¿Serán capaces de semejante misión?
Antonella, Tomasino y Javier entran al camarote y escuchan atentamente al capitán mientras el Rumano, junto a otros oficiales, intentan conseguir más información sobre los planes de “El Kaiser”. Tras interrogar a varios hombres, algunos asustados, terminan confesando el plan liderado por El Kaiser: dormirlos con un líquido que lleva en una botellita, tomar el puente de mando y cambiar de ruta, tal como el capitán imaginó.
Para evitar que el plan se lleve a cabo, los mellizos y Javier deberán encontrar la botellita que contiene el sedante para dormir a Josephine y luego al capitán. En silencio se escabullen entre los pasillos e ingresan al camarote del Kaiser, donde encuentran varias estanterías con muchas botellas de colores.
Ayuda a los mellizos y a Javier a descubrir cuál de todas las botellas contiene el sedante y la fórmula del antídoto que permitirá despertarlos rápidamente en caso de que el atentado suceda.