Javier y los mellizos comen un buen plato de pasta con mucha salsa y conversan animadamente. En la cocina hay algunos trabajadores y varios hombres del pasillo de emigrantes, y un par de temporeros. Hay el murmullo clásico de la cocina; conversaciones en distintos dialectos, carcajadas, algún exabrupto, una discusión: lo de siempre, nada por lo que preocuparse. Entonces esa paz un poco ruidosa es interrumpida por un revuelo, pasos apurados y gritos.
Por la puerta amplia de la cocina ven a varios miembros de la tripulación que bajan las escaleras muy apurados, con armas en las manos. Se dividen y se meten en los pasillos de la tercera clase. En eso, se escuchan tres disparos y, sin pensarlo ni un segundo, Antonella desaparece debajo de la mesa, temblando de pies a cabeza. Algunos de los que están comiendo, huyen despavoridos y se esconden como pueden; incluso dos vuelcan una pesada mesa de madera y se resguardan allí, como si fuera una trinchera. Tomassino no aguanta la curiosidad y se asoma a la puerta, con Javier detrás.
Uno de los hombres de la tripulación le da un puñetazo a uno de aspecto desagradable, y al ver que se resiste, lo noquea con el arma. Otro intenta escapar, pero algunos curiosos, a los que les gustan las peleas, se lo impiden y se burlan de él. Pronto, los tres están esposados y forcejean cuando los arrastran por la escalerilla. Algunos aplauden; otros escupen y alguno intenta darles un puñetazo. Uno de los tres es responsable de haber organizado la conspiración para matar al Rey Carol II.
Ahora falta saber cuál de los tres es el responsable de haber planificado el atentado.
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